Había una vez una linda niña que se llamaba Vero. Ella era muy amable y hacía de todo para ayudar a las personas. El Espíritu de Dios vivía en el corazón de ella, por eso, las personas querían estar junto a ella. La familia, las profesoras, y las amiguitas la amaban mucho. Vero hablaba educadamente y era la más calma de la clase.
Cierta vez, mientras jugaba al voleibol, Vero estuvo delante de una gran confusión, pues Renata tiró la pelota y, sin querer, le pegó en el rostro de Betty que se enojó muchísimo y gritó a Renata. Y comenzó la discusión. Mientras las demás niñas les parecía graciosa la situación, las dos discutían sin parar y Vero las observaba seria a las amigas, hasta que dijo: -¡Hey, paren de pelearse! ¡¿Ustedes no son amigas?! Yo aprendí que cuando tenemos algún asunto para resolver, debemos hacerlo mansamente, por eso se calma; pero, si respondemos groseramente, hacemos al prójimo quedarse más furioso todavía.
Vero aprovechó para contar a las amigas una historia que oyó en la EBI: Jesús enseñaba a las personas, cuando llegaron unos hombres que conocían la Palabra de Dios, pero no obedecían. Ellos llevaron hasta Jesús una mujer casada que tenía varios novios. En aquella época, si descubrian que una mujer vivía de aquella manera, ella podría ser apedreada. Ellos estaban enojadísimos y con las manos llenas de piedras para tirarle a la mujer, y preguntaron a Jesús lo que debían hacer. Y Jesús bien calmo dijo: “Que tire la primera piedra quien no comete ningún error.” Entonces los hombres se fueron avergonzados, pues todos cometían errores, Jesús perdonó aquella mujer y dijo a ella: Ve y no peques más.
CONCLUSIÓN
A través de la historia, vero enseñó a las niñas como resolver los problemas una con la otra, o sea, de manera que Jesús hizo con calma y mansedumbre. Si la persona reacciona con grosería y es mal educado, podrá transformar un problema en una gran confusión. En la Biblia está escrito que: "La suave respuesta aparta el furor, pero la palabra hiriente hace subir la ira". (Proverbios 15.1)
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