20 ago 2011

20º Día del Ayuno de Daniel


El Secreto de Mi Salvación

Siempre temía y temblaba por mi salvación. Pues, el Espíritu Santo me había convencido:
¿De qué sirve, ganar el mundo entero y perder su alma?
Esa palabra hizo nacer en mí un temor sin precedente. Y, si agregamos la profecía de Ezequiel, el Espíritu Santo me advertía, con más ahínco, al respecto de mi mayor bien:
“... La justicia del justo no lo librará el día que se rebelare; y la impiedad del impío no le será estorbo el día que se volviere de su impiedad; y el justo no podrá vivir por su justicia el día que pecare.
Cuando yo dijere al justo: De cierto vivirás, y él confiado en su justicia hiciere iniquidad, todas sus justicias no serán recordadas, sino que morirá por su iniquidad que hizo.
Y cuando yo dijere al impío: De cierto morirás; si él se convirtiere de su pecado, e hiciere según el derecho y la justicia, si el impío restituyere la prenda, devolviere lo que hubiere robado, y caminare en los estatutos de la vida, no haciendo iniquidad, vivirá ciertamente y no morirá.
No se le recordará ninguno de sus pecados que había cometido; hizo según el derecho y la justicia; vivirá ciertamente.” Ezequiel 33:12-16

“¡SI USTED PIENSA QUE SU SALVACIÓN ESTÁ GARANTIZADA, EL TEXTO DEJA BIEN CLARO QUE NO!”

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