Un día Marta fue invitada a ir a la iglesia. Ella aceptó la invitación y llevó su hijo Pedrito. En aquel día, Pedrito asistió la primera clase de la EBI. Todo era novedad y, por eso, él permaneció quieto aprestando atención. La señora Marta se tornó frecuentadora de la iglesia y su hijo no perdía ninguna clase de la EBI, le gustaba mucho.
Un día, en la EBI, la educadora Josefina estaba contando la historia de la Biblia cuando se dio cuenta que Pedrito estaba triste. Josefina le pregunto porque él estaba de aquella forma. ¿Saben lo que Pedrito le respondió? Él le respondió que estaba decepcionando porque no sabía orar. José le explicó que cuando la persona está orando, ella está hablando con Dios. Pedrito le preguntó a ella si solo se podía hablar con Dios adentro de la iglesia.
Ella le respondió que no, se podía hablar con Él en cualquier hora y lugar, pues Dios estaría siempre atento a las oraciones que hiciese. Pedrito se puso tan feliz que quería aprender más sobre la oración. Entonces Josefina le enseño la oración en la cual la persona cuenta a Dios las cosas equivocadas que ha hecho y aprovecha para pedirle perdón. Explicó que el clamor es la oración en que pedimos a Dios para una respuesta rápida, una bendición que queremos para nosotros o para un conocido. Y la adoración es una oración que hacemos para Dios sobre el amor que sentimos por Él y lo cuanto Él es importante para nosotros.
Pedrito aprendió sobre los varios tipos de oración, y aprendió también que la oración que Jesús nos enseñó: El Padre nuestro. A partir de aquel día, Pedrito aprendió que no solo necesitaba saber orar con lindas palabras y que lo más importante es hablar con Dios de todo corazón.
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