18 abr 2011

Unidad 3: ¡Una nación feliz!



PEDRITO LE gustaba oír las historias de su abuelo Juan le contaba sobre los países. Él enseñaba sobre el modo de vivir del pueblo de cada nación. Cierta vez ellos estaban viendo un reportaje sobre las guerras de Israel. Pedro había aprendido que los israelitas era el pueblo escogido por Dios y que Él quiso hacer una nación fuerte, bendecida, llena de riquezas y paz para todos los lados. Pero el pueblo no creyó que Jesús había venido al mundo para ser Salvador de la humanidad, y por eso hasta hoy ocurren muchas grandes guerras en Israel. Al final del reportaje, el niño preguntó: —Abuelo… ¿Lo qué las personas deben hacer para que sean felices de verdad? —Pedrito, las personas deben amar a Dios en primer lugar, pues en Su Palabra está escrito que ―Bienaventurada la gente de que el SEÑOR es su Dios.‖. El país donde las personas buscan a Dios será bendecido, y todos vivirán felices, respondió don Juan. El niño entonces comprendió que las personas que buscan a Dios tiene paz dentro de sí, y viven en paz con las personas que están a su alrededor. Así como ocurrió en el reinado del rey Salomón, que pidió la sabiduría Divina para cuidar de su pueblo, así también ocurre cuando hay personas justas y temientes a Dios gobernando un país, así es más fácil para que Dios actúe, pues Él estará guiando las decisiones de aquel lugar. Pedrito aprendió que debería ser fiel a Jesús, servirlo con alegría y hablar de Dios para sus amiguitos. Pues cuanto más personar Lo busquen, más felices serán.

CONCLUSION: Cuando tenemos a Jesús en nuestro corazón somos felices. La verdadera alegría viene de Dios y el mundo, por no conocerlo, busca varias cosas para alegrarse. El pueblo solo es feliz de verdad si tiene a Dios como su Señor. ¡Quién de aquí ama a Dios diga amén!

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