Había una vez una linda mujer que se llamaba Rebeca,
que se casó con Isaac, el hijo de Abraham. Ella no podía tener hijos y quedaba
muy triste por causa de eso. Isaac oró a Dios con fe, pidiendo que Él curara a
Rebeca, ¿y saben lo qué ocurrió? Dios oyó su oración y Rebeca quedó embarazada
de gemelos. ¡Que bueno es verdad! Ella no podía tener hijos e iba a ser madre
de dos bebés. Los bebés se movían mucho dentro del vientre de ella hasta que
llegó el momento de dar a luz. Primero nació Esaú, bien peludito, y después
nació Jacob con la piel bien lisa.
El
tiempo pasó, los niños crecieron y se tornaron hombres con actitudes muy
diferentes. Esaú se tornó cazador y Jacob era bien más calmo, y le gustaba
quedarse en casa ayudando a sus padres. Esaú siempre cazaba y preparaba una
comida especial para el padre, y por eso Isaac lo amaba más que a Jacob; pero
Rebeca prefería a Jacob. Ocurrió que cierto día, Esaú llego del campo con mucha
hambre y Jacob había terminado de hacer una comida muy rica. Al ver aquella comida
lista, Esaú pidió un poco al hermano. Jacob aprovechó la oportunidad para hacer una propuesta al hermano: cambiar la comida
por el derecho de recibir la bendición de la primogenitura, o sea, Jacob quería
recibir la bendición del hijo mayor en el lugar de Esaú.
En
aquella época, el padre hacia una oración pasando para el hijo mayor todas las
bendiciones. Y Jacob no aceptaba perder la bendición. Pero Esaú no se importó mucho, por eso respondió: ¡Está bien, estoy con mucha hambre!
Que valor tiene para mí ese derecho del hijo mayor. ¡Ah niños! Esaú despreció
la bendición de Dios como si fuera cualquier cosa. Después de eso, comió, bebió
y se fue, como si nada hubiera ocurrido.
CONCLUSIÓN
Esaú
cambió las bendiciones de Dios por una comida. De la misma forma que muchas
personas han cambiado el privilegio de recibir la salvación a través de Jesús
por cosas sin valor. Dios nos amó tanto que envió a su Hijo para morir por
nuestros pecados, vencer la muerte y darnos la salvación eterna. Hoy es domingo
de Pascua, día que todos nosotros debemos festejar y agradecer a Dios por el
gran regalo que Él nos dio: Jesús. Si Él ofreció Su Hijo en ofrenda por amor de
todos nosotros, le debemos tener con mucho amor en el corazón. ¡Vamos hoy a
conmemorar la resurrección de Jesús! Amen.
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