Todo educador debe estar comprometido con la ética de pensar y actuar para que su discurso no pierda valor. Aquello que hablamos debe coincidir con aquello que practicamos, esa es una regla simple y clara: palabras=actitudes. No podemos olvidarnos que somos educadores cristianos, y eso va más allá de simplemente pasar informaciones de la Biblia para los educandos. Tenemos un papel importantísimo que es el de ayudar a los niños y pre-adolescentes a comprender la Palabra de Dios de modo que vengan a colocarla en práctica en su día a día, enseñándoles a tener conciencia de que es necesario antes de actuar, reflexionar. Necesitamos formar ciudadanos pensadores, transformadores, que harán la diferencia en el mundo en que viven, que sabrán enfrentar las dificultades con fe y determinación, que prioricen encima de todo los valores espirituales. De allí viene la pregunta: ¿Cómo conseguir esto?
La respuesta es: buscando la SABIDURÍA que viene de Dios.
Para que consigamos cumplir la carrera que nos fue propuesta por Dios necesitamos tornarnos educadores sabios, y la primera demostración de sabiduría es el temor a Dios. Por eso, tengamos temor para con Dios y para con lo que hacemos para Él en este ministerio, empeñándonos al máximo, colocándonos a la disposición siempre, sin pestañear.
“Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un solo error destruye mucho bien.” Eclesiastés 9.18
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